Desde el muelle, el Océano Pacífico asoma casi imperturbable hasta el horizonte. Apenas unas pocas nubes se dibujan en el cielo y, sin la más mínima brisa, parece como si estuvieran clavadas con estacas en la bóveda azul-celeste de este mediodía de julio.
No se puede ver ni palpar, pero hay cierta expectativa en el ambiente. Rodrigo Oyanedel viajó varios kilómetros hasta la zona norte de la región de Valparaíso para recuperar unos equipos que él mismo había dejado allí, bajo las aguas de un Refugio Marino: tres hidrófonos (micrófonos submarinos) con el registro de varias semanas de grabación continua.
Ubicados al interior de las Áreas de Manejo y Explotación de Recursos Bentónicos (AMERB), un régimen de acceso que otorga derechos exclusivos de explotación a agrupaciones de la pesca artesanal, los Refugios Marinos son áreas marino-costeras no extractivas que abarcan una superficie cercana a las 15 hectáreas. Se trata de una zona de exclusión pesquera que permite combinar productividad y conservación en un mismo sistema.
Sin embargo, independiente de la normativa legal que ampara a las AMERB y la voluntad de las agrupaciones de la pesca artesanal por destinar un sector de sus Áreas de Manejo como Refugios Marinos, lo cierto es que este sistema presenta grandes desafíos a la hora de enfrentar la extracción ilícita de recursos, en especial de un producto estrella: el loco (Concholepas concholepas).
Por eso la expectativa con esta iniciativa piloto: podría complementar, con una alternativa de bajo costo, las labores de cuidado y vigilancia de los Refugios Marinos que Fundación Capital Azul ha ayudado a establecer, hoy con apoyo de BHP Foundation, en alianza con cinco sindicatos de pescadores artesanales de la región de Valparaíso.
GESTANDO UNA IDEA
La primera vez que Rodrigo Oyanedel conectó los conceptos conservación y sonido fue hace unos 15 años, cuando se topó con un artículo periodístico que abordaba este tema al interior de áreas protegidas terrestres. En la era de la información, las imágenes suelen ser las que capturan nuestra atención. Del mismo modo, las amenazas a la conservación generalmente se enfocan en el impacto visual y físico, dejando de lado la importancia del sonido en los ecosistemas y su conservación.
¿Pero cómo -o mejor dicho, qué tanto- puede impactar el ruido de las actividades humanas a especies y ecosistemas? ¿Podría el sonido ayudar a abordar desafíos en materia de conservación y sostenibilidad en los que las imágenes parecen no mostrar el panorama completo? “Es un sentido más que no estamos analizando mucho y que es súper relevante, y que en el ámbito marino tampoco se trabaja tanto”, reflexiona hoy Rodrigo Oyanedel. La simple lectura de ese artículo marcó el establecimiento de una idea en las profundidades de su cabeza. Ya no había vuelta atrás.
No obstante, esa idea terminaría germinando muchos años después. Y es que había una gran limitante de entrada: el alto costo de los hidrófonos hacía impensado dejarlos funcionando 24/7 en medio del mar, y ni hablar de armar una red con distintos puntos registrando, de forma permanente, sonidos bajo el agua. Pero el paso del tiempo y el avance de la tecnología fueron acortando la brecha. “Es una gran oportunidad porque uno de los grandes problemas de la conservación en áreas costeras, en mi opinión, es que es súper difícil monitorear lo que está pasando y ver el éxito de las iniciativas. Se pueden establecer un montón de áreas protegidas, pero si están entrando a pescar igual la conservación no se vuelve tan efectiva”, sostiene el Doctor de la Universidad de Oxford.
Para poder concretar su viejo anhelo, Oyanedel contactó al Dr. Chris Wilcox, un colega norteamericano que está trabajando con hidrófonos para poder detectar la utilización de explosivos para pescar en el Sudeste Asiático, y así poder aprovechar su experiencia para testear hidrófonos de bajo costo, que hasta hace pocos años atrás eran inexistentes, en algunos Refugios Marinos.
Es una gran oportunidad porque uno de los grandes problemas de la conservación en áreas costeras, en mi opinión, es que es súper difícil monitorear lo que está pasando y ver el éxito de las iniciativas. Se pueden establecer un montón de áreas protegidas, pero si están entrando a pescar igual la conservación no se vuelve tan efectiva
Rodrigo Oyanedel
Doctor de la Universidad de Oxford
Si bien el programa que encabeza Fundación Capital Azul cuenta con un sistema de cámaras de vigilancia con inteligencia artificial para detectar potenciales eventos asociados a pesca o extracción ilícita, lo cierto es que también tiene sus limitantes, y es ahí donde el sonido ofrece una opción complementaria. Frente a los desafíos que se presentan para la conservación de los Refugios Marinos, la ONG optó por impulsar el desarrollo de esta tecnología acústica innovadora.
“Esta iniciativa representa una oportunidad porque viene a ser un complemento de los esfuerzos que se realizan a través de las cámaras de vigilancia costera que ya tenemos instaladas. Los hidrófonos nos pueden ayudar a entrenar los algoritmos de inteligencia artificial con los que venimos trabajando y así robustecer un sistema que todavía necesita perfeccionamiento”, explica Rodrigo Sánchez, director ejecutivo de Fundación Capital Azul.
“Te revela más de frente lo que está pasando, y potencialmente puede detectar no solo los motores de los botes, sino que también cuando se extraen recursos. Por ejemplo, un arpón debajo del agua se escucha perfecto, incluso a varios metros de distancia. Y así puedes empezar a entender mejor qué está pasando debajo del agua y monitorear más pasivamente”, añade Oyanedel.
Eventualmente, el hidrófono podría generar una primera alerta que conduzca a chequear la información a través del registro visual de la cámara, pudiendo así revisar la identidad del bote o chequear la presencia de un buzo. Mientras un sistema opera sobre la superficie, el otro puede indicar qué está ocurriendo bajo el agua. Más que competencia, se trata de dos tecnologías complementarias, y que podrían llegar a ser aplicables no solo en Refugios Marinos, sino que también en las cerca de 700 AMERB existentes a lo largo de la costa de Chile.
“Los Refugios Marinos vienen a ser una suerte de laboratorio para poder experimentar soluciones que pueden ser escalables y que podrían funcionar también en las Áreas de Manejo. Si esta tecnología demuestra ser capaz de abordar brechas y problemáticas de los Refugios Marinos, perfectamente podría ser funcional en Áreas de Manejo y así solucionar desafíos que son transversales en la pesca artesanal”, recalca Sánchez.
“El resguardo de los Refugios Marinos y también de las Áreas de Manejo reservadas para la pesca artesanal es un desafío no menor. Contar con sistemas como el que se está piloteando, que une innovación y nuevas tecnologías, es una gran ayuda y podría tener impacto a la hora de escalar este tipo de modelos”, complementa Alejandra Garcés, directora del programa de Chile de BHP Foundation.
Las bondades de los hidrófonos podrían ir incluso más allá. La creatividad es el límite. Rodrigo Oyanedel obtuvo su grado de doctor en el Interdisciplinary Center for Conservation Science de la Universidad de Oxford con una investigación que tenía como foco entender el incumplimiento de las normas y regulaciones de conservación, tomando como caso de estudio la pesquería de la merluza común en la región del Maule.
Desde ese lugar, Oyanedel es consciente que el uso de hidrófonos también podría brindar una alternativa concreta a la hora de estimar el esfuerzo pesquero. “En las regiones del Maule y del Biobío hay un montón de pesca, y no sabemos realmente cuánto se está pescando, pero podríamos instalar hidrófonos en las afueras de una caleta e identificar cuántos botes salen a pescar cada día”, explica.
En Estados Unidos se utilizan hidrófonos para realizar estimaciones de esfuerzo pesquero en áreas de pesca recreativa ubicadas a varias millas de la costa con la intención de conocer los lugares que concentran a más pescadores. Sin embargo, todavía falta desarrollar un sistema que opere en tiempo real, que sea capaz de transmitir y alertar “en vivo” (a través de un SMS o una notificación en el teléfono) ante cualquier sospecha, que es a lo que apunta esta iniciativa piloto con apoyo de Fundación Capital Azul. Y volviendo al tema principal de aquel artículo periodístico que Oyanedel leyó hace más de una década, los hidrófonos también podrían entregar insumos clave para elaborar un mapa de amenazas de las actividades humanas y su impacto acústico.
PAISAJES SONOROS MARINOS
Invierno de 2024. Ya de vuelta en su casa, a Rodrigo Oyanedel le toca la “pega” de escritorio. Con una paciencia inquebrantable, lo que hace en su computador es revisar las grabaciones manualmente para etiquetar ciertos sonidos. El rugido del motor de un bote, el golpe metálico de un fierro contra la roca buscando un loco, el ruido de fondo de lo que parece ser un puerto industrial… así va seleccionando y categorizando para luego crear un modelo de inteligencia artificial con un algoritmo que sea capaz de identificar esos sonidos de manera automática. En palabras simples, es entrenar el modelo, enseñarle a la máquina a ser inteligente. Y ese es justamente el mayor desafío de esta iniciativa.
Pero Rodrigo es un tipo curtido en estas tareas. Desde niño le fascina la música. Aprendió a tocar la guitarra a los 10 años, pero también sabe tocar bajo y batería, y mientras conversamos veo que a sus espaldas su oficina parece adornada por estos instrumentos, algunos de los cuales cuelgan de la pared como trofeos. “Siempre había querido mezclar algo de sonido con lo que hago en el mar”, cuenta Oyanedel.
Hoy se pasa buena parte del día escuchando sonidos submarinos surreales que llevan la imaginación a viajar lejos, muy lejos. Pero su trabajo es sobre todo visual: sus ojos se clavan como agujas en el espectrograma, que permite visualizar el sonido en forma de ondas combinando frecuencia e intensidad. Al principio, de hecho, le resultaba muy difícil identificar los sonidos de un bote, y fue su trayectoria musical la que le permitió encontrar la solución.
“Es divertido usar esos mismos conocimientos. Uno con suerte escucha los botes en el audio, pero se ven claramente en los espectrogramas”, afirma Oyanedel. “Es harto trabajo, pero estoy muy motivado con este proyecto. He escuchado cosas muy raras”, añade mientras sueña con automatizar la captura del sonido del golpe del fierro cuando extraen locos y así poder cuantificar su extracción.
A todas luces, ese sería un tremendo aporte para tomar medidas que permitan fortalecer el trabajo en torno a la sostenibilidad de un recurso bentónico que algunas décadas atrás parecía estar al borde del colapso, y a un nivel más macro, el desarrollo de esta tecnología acústica podría convertirse en una herramienta clave para ofrecer soluciones que permitan apoyar al mundo de la pesca artesanal en sus labores de vigilancia en las Áreas de Manejo que se encuentran emplazadas en la costa de Chile.