A lo largo de una costa serpenteante, extensas y solitarias playas de arena clara rompen con la hegemonía del rugoso tapiz del bosque siempreverde, que se funde en los acantilados junto al mar revuelto. Aquí, el océano y el viento golpean con una fuerza implacable que va moldeando el entorno y marcando los ritmos de la naturaleza, y a ratos el murmullo del bravo oleaje resulta ensordecedor.
Pero esta costa salvaje y remota de Chiloé, algunos kilómetros al sur donde el apacible río Chepu se abraza con el mar, también respira una profunda tranquilidad en el canto de los chucaos que corretean por la húmeda hojarasca del bosque chilote y en los humedales y mallines inundados que asoman entre la bruma.
Allí, iniciativas como el Parque Nacional Chiloé y el Parque Ahuenco se han erguido como una respuesta para cuidar este territorio profundamente vivo donde la naturaleza aún lleva el pulso vibrante del día a día. Sin embargo, esa conservación hasta hace muy poco no había encontrado eco en el ambiente marino. Lo que tiempo atrás rebosaba de abundante vida marina, poco a poco ha comenzado a mostrar señales de alerta, y hoy las Áreas de Manejo y Explotación de Recursos Bentónicos (AMERB) son algunos de los pocos espacios donde la extracción ha podido realizarse de manera sostenible.
“Si bien es cierto, en la zona hay Áreas de Manejo que son bastante productivas en lo que es el recurso loco, que es nuestra especie principal, nos hemos dado cuenta que donde está quedando este recurso es solamente dentro de las Áreas de Manejo. En las áreas libres (de libre acceso) es muy escaso, casi imposible encontrarlo. Incluso en cuanto a su tamaño, ya encontrar un loco de tamaño adulto es prácticamente imposible fuera de las Áreas de Manejo. Se ha sobreexplotado de una manera que ya casi no hay recursos en las áreas libres”, relata con profundo pesar Miguel Villarroel, presidente del Sindicato de Pescadores Mar Adentro del Río Chepu, quien ha sido testigo de este declive.
Esta realidad confirma lo que la ciencia y la experiencia en la zona central han demostrado: las AMERB son efectivas, pero necesitan de zonas núcleo de protección estricta —los Refugios Marinos— para asegurar la regeneración y el efecto rebalse hacia las áreas aledañas.
Esa es justamente una de las razones por las que esta agrupación de la pesca artesanal está iniciando el proceso para crear un Refugio Marino en la AMERB Chepu Sector C. Se trata de un hito para la conservación marina en Chile: el primer Refugio Marino que nace inspirándose en el modelo impulsado por Fundación Capital Azul, pero implementado de manera autónoma bajo el alero de la nueva Ley Bentónica (Ley 21.651), que reconoció a los Refugios Marinos como Zonas Voluntarias de Protección.
El futuro Refugio Marino de Chepu es fruto de una colaboración entre el Sindicato de Pescadores Mar Adentro del Río Chepu y el Centro de Estudio y Conservación del Patrimonio Natural (CECPAN), y es una de las experiencias demostrativas del proyecto GEF Incentivos para la Conservación de la Biodiversidad.
Para nutrirse más sobre este modelo de conservación marina comunitaria, representantes de ambas organizaciones participaron en octubre en el Tercer Encuentro Internacional de Refugios Marinos. Fue una instancia para conocer, de la voz de los propios protagonistas, cómo ha sido el trabajo impulsado por Fundación Capital Azul y las organizaciones socias del Programa de Refugios Marinos.
“Es muy interesante porque nosotros estamos partiendo recién con esta visión en la zona sur. Creo que somos los pioneros en la región de Los Lagos en estar implementando un Refugio Marino dentro de una de nuestras Áreas de Manejo”, explica Miguel Villarroel, del Sindicato de Pescadores Mar Adentro del Río Chepu.
Su compañero Oscar Vega, en tanto, complementa diciendo que “venimos a recopilar información de las otras organizaciones que ya llevan mucho más tiempo trabajando en este tema. Se ve que (los Refugios Marinos) han dado un buen resultado acá en el norte, y esperemos que sirva en el sur”.
Así, este encuentro comienza a configurarse no sólo como una instancia para robustecer el modelo de Refugios Marinos, sino que también como un semillero de nuevas iniciativas que permiten expandir y potenciar la red a una escala nacional.
Para Rodrigo Sánchez Grez, director ejecutivo de Fundación Capital Azul, este paso marca un hito en la historia de los Refugios Marinos, validando que el modelo es capaz de escalar en un contexto en el que además se espera la pronta puesta en marcha de tres incentivos para la conservación de la biodiversidad.
Ver cómo otras comunidades, como la de Chepu, se apropian de esta herramienta de co-manejo y la implementan de manera autónoma es la mejor prueba de que el camino que hemos trazado está dando frutos. Este hito no es aislado; es el resultado de una plataforma de aprendizaje compartida y de una influencia normativa que logramos consolidar con el reconocimiento de los Refugios Marinos en la Ley Bentónica. Aunque Chepu avance de forma independiente, su iniciativa se suma al espíritu de la Red de Refugios Marinos que estamos tejiendo a lo largo de Chile, demostrando que la conservación liderada por la pesca artesanal es un modelo escalable y necesario para el futuro de nuestra costa y la resiliencia de las comunidades que allí habitan.
Rodrigo Sánchez Grez
Director Ejecutivo
Fundación Capital Azul
Este proceso de expansión dialoga directamente con un nuevo desafío de Fundación Capital Azul: la implementación de la Escuela de Refugios Marinos. Esta iniciativa busca sistematizar y transferir la metodología desarrollada durante años, entregando herramientas concretas para que sean las propias comunidades, equipos técnicos y líderes locales quienes multipliquen estas áreas de conservación y co-manejo a lo largo de la costa de Chile, tal como hoy comienza a ocurrir en Chepu.
Para ser parte de este Tercer Encuentro Internacional de Refugios Marinos, Miguel Villarroel volvió a viajar desde Chiloé hasta la región de Valparaíso, repitiendo una travesía que marcó su vida hace dos décadas. Hace 20 años, formó parte de una delegación pionera que recorrió el litoral central para aprender sobre la implementación de las Áreas de Manejo (AMERB), justo cuando el archipiélago de Chiloé comenzaba a mirar hacia esa nueva forma de gestión. Caletas como San Antonio, El Quisco, Horcón, Ventanas y Maitencillo fueron las aulas donde pudo conocer la experiencia en primera persona.
“Tener la oportunidad de volver al litoral central, esta vez para tomar conocimiento del trabajo que se está haciendo en pos de la protección, para que los recursos sean sustentables en el tiempo, es maravilloso. Es maravilloso porque estos Sindicatos ya tienen la experiencia y nos la están traspasando para que podamos implementarla en este proceso en el que estamos involucrados hoy (con el Refugio Marino)”, cuenta Miguel Villarroel.
Tal como ocurrió hace 20 años, lo que los mueve es una visión de futuro compartido. Miguel explica con claridad el efecto biológico que buscan: “La idea es que el recurso pueda persistir en el tiempo creando una zona protegida de no tocar, donde no se hacen extracciones para que pueda regenerarse el recurso. Y a partir de esto que pueda reproducirse beneficiando nuestras Áreas de Manejo y también las áreas de libre acceso, ya que estos recursos cuando hacen su ciclo reproductivo, la semilla anda durante un lapso de tiempo en las corrientes, lo que significa que no va a caer solo dentro de nuestra área, sino que se va a diseminar por todo el borde costero”.
Pero la visión de Chepu va más allá de la recuperación del recurso loco. En una zona de naturaleza salvaje y generosa, el Refugio Marino se perfila como un motor para la diversificación económica a través del turismo de intereses especiales, rompiendo la dependencia exclusiva de la extracción.
“En el Área de Manejo donde estamos implementando este Refugio Marino se encuentra una de las pingüineras donde coexisten el pingüino de Humboldt y el de Magallanes, y es casi como la última frontera donde estos se encuentran en el sur de Chile. Así que para nosotros es un plus aún mayor para poder enfocarnos en el turismo. Quizás ese Refugio Marino puede ser interesante no solamente para la investigación y para la reproducción de recursos, sino que también podríamos innovar con un punto de buceo, y como colinda con esta reserva donde hay pingüinos, lo haría aún más atractivo”, explica Miguel Villarroel, quien además opera Chepuxtrem, un emprendimiento local de turismo de naturaleza.
Así, el Refugio Marino de Chepu se integra como una pieza clave en un mosaico de conservación mayor, diseñado para beneficiar tanto a la biodiversidad como a las comunidades humanas que dependen de ella.
“Nos vamos muy conformes, pero con una expectativa enorme también para poder replicar y quizás ahondar mucho más en este tema de lo que hoy día estamos trabajando”, cuenta un esperanzado Miguel Villarroel, quien ya comienza a aplicar en el sur las lecciones aprendidas sobre un nuevo paradigma liderado por la pesca artesanal.