El mural del Refugio Marino de Maitencillo. Crédito: Carola Benítez Padilla.

Trazos que conservan: Un mural para celebrar la biodiversidad del Refugio Marino de Maitencillo

Una obra colaborativa transforma un muro gris en una pizarra que mira al océano uniendo arte, ciencia y saberes locales.

En una tarde soleada, bañada por la luz cálida del verano, poco a poco la comunidad comienza a reunirse. Los graznidos de las gaviotas y otras aves marinas se funden con el leve sonido del viento y el eterno ir y venir de las olas. Juntos, componen una sinfonía que inunda el ambiente con inconfundibles aromas y melodías costeras. 

La marea está baja, y las húmedas rocas del intermareal se secan tendidas al sol estival. Algunos habitantes de este ecosistema buscan refugio entre grietas y recovecos, mientras que otros luchan por evitar la desecación en las últimas pozas que permanecen desperdigadas por aquí y por allá hasta que el océano vuelva a abrazarlas.

Aprovechando el momento, pequeños grupos de veraneantes intrépidos se aventuran por la arena hasta alcanzar las rocas de las que sobresale el tradicional San Pedro y la cruz que lo acompaña, dos íconos de la caleta de Maitencillo. Arrastrados por el viento marino, sus juegos y risas son casi inaudibles a la distancia, cuando ya está todo listo para dar inicio a una ceremonia que honra al océano y su gente.

Mirando al mar, un antiguo muro gris que marca el límite entre la caleta y la playa hoy luce una cara renovada. En esta tarde de encuentro y marea baja se inaugura un mural que celebra la vida marina y el trabajo nacido a partir de una iniciativa comunitaria de conservación marina. 

Fruto de una colaboración entre el Sindicato de Pescadores de Maitencillo, Fundación Capital Azul y Changa —el artista local a cargo de la obra—, la colorida pieza gráfica da vida a especies emblemáticas del Refugio Marino de Maitencillo y esta rica zona costera. Más que una pintura, es un testimonio colectivo: un gesto de cuidado, memoria y pertenencia.

Inauguración del mural del Refugio Marino de Maitencillo. Crédito: Carola Benítez Padilla.

SEMILLAS DE UN MURAL

La idea de realizar un mural surgió durante el proceso de co-creación del sendero intermareal que fue inaugurado en el primer aniversario del Refugio Marino de Maitencillo, en noviembre de 2023. “Ahí nos dimos cuenta que había un muro que podría servir como una pizarra que invita al encuentro. Era como un paño ideal para empezar a pintar, y que justo quedaba en el lugar donde el Sindicato ya estaba haciendo actividades de educación ambiental”, cuenta Javiera Espinoza Jara, encargada del área de Educación de Fundación Capital Azul.

En realidad no era una idea completamente nueva. Había emergido unos meses antes tras la visita de algunos integrantes de la Comisión del Refugio Marino de Maitencillo a la Estación Costera de Investigaciones Marinas (ECIM) en Las Cruces. Allí, en la tierra de la antipoesía, vieron que los murales podían ser usados como una herramienta para la divulgación de la ciencia y los saberes locales. Eso sirvió de inspiración para sembrar una semilla que, con el tiempo, la experiencia y el trazo de Changa, terminaría por florecer en febrero de 2025.

El consenso fue unánime para elegir a Changa como el artista indicado para llevar esta idea a la realidad. Y es que se trataba de un muralista local reconocido y que incluso ya había trabajado con el Sindicato. Hoy se muestra profundamente agradecido por esta oportunidad, que para él también sumaba otros ingredientes, como su amor por la naturaleza, el conocimiento, el autoconocimiento y la biodiversidad.

“Yo siempre quise pintar esa pared”, revela Changa. “Para mí, como artista callejero, como grafitero y muralista, tienen una real importancia las paredes y las murallas. Es lo que vemos todos los días al pasar. Es el medio que nos rodea y nos forma un poco, y si en ese medio que nos rodea hay paredes grises, tal vez vamos a andar por la vida un poco grises. Pero si está lleno de colores, de ideas y de cosas que te hacen pensar, reactiva y tira para arriba”, agrega, dibujando de paso una profunda reflexión sobre el arte urbano y su impacto cotidiano.

Changa firmando el mural del Refugio Marino de Maitencillo. Crédito: Carola Benítez Padilla.

EL PROCESO CREATIVO

Este trabajo colaborativo involucró una serie de conversaciones acerca de qué era relevante abordar, qué especies se encontraban en las estaciones del sendero intermareal, qué animales son difíciles de ver, pero están presentes, o qué especies cumplen roles importantes en la trama trófica; todo eso se fue mezclando con elementos identitarios de la caleta.

En ese viaje, Changa también vivió su propio proceso investigativo. Lecturas, revisión de imágenes y mucho aprendizaje para recién llegar a un primer boceto que luego se nutre de otras miradas y perspectivas. “Es un placer investigar e irme del estudio a la hoja, al lápiz, y ahí empezar a crear con lo que estoy aprendiendo. Eso me gusta mucho, es un proceso genial, y en este caso fue súper gratificante”, explica.

En este proceso colectivo de co-creación, Changa relata que en todo momento intentó conocer de cerca la percepción de quienes integran el Sindicato de Pescadores de Maitencillo, incluso ya dándole los últimos toques al mural. Y es que este tipo de proyectos se construyen colectivamente.

“Ellos son la caleta. Viven de esto. Van al mar y son los maestros de todo esto. Son los profesores de lo que ocurre en el mar. Son los que saben sobre las olas, sobre el movimiento y toda la fauna y la flora que anda por ahí. Hay personas que tienen muchos años de estar en contacto con el mar, entonces escucharlos es súper importante”, reconoce el artista.

Parte del público que asistió a la actividad. Crédito: Carola Benítez Padilla.

UNA OBRA VIVA QUE INVITA AL DIÁLOGO

El mural no solo transforma el paisaje; también abre un espacio para el diálogo, la memoria y el aprendizaje colectivo. En su colorido recorrido se entrelazan el arte, la ciencia y el saber local, convirtiendo un muro gris y deslucido en una pizarra viva. Para quienes transitan por la caleta, la obra invita a detenerse, observar y descubrir las especies que habitan el Refugio Marino, muchas de ellas invisibles a simple vista, pero esenciales para la salud del ecosistema.

“Ahora podemos hacer los tour y mostrar todo lo que tenemos. Es como tener una pantalla a cielo abierto. Los niños van a entender de qué se trata y lo que estamos cuidando”, sostiene Jorge Núñez, integrante del Sindicato de Pescadores de Maitencillo, pensando en el mural como una herramienta para apoyar las actividades de educación ambiental asociadas al Refugio Marino.

Jorge Núñez, del Sindicato de Pescadores de Maitencillo, junto a Javiera Espinoza Jara y Changa, el artista a cargo de la obra. Crédito: Carola Benítez Padilla.

Un chungungo y unos pilpilenes; un rollizo y un cangrejo ermitaño; un bilagay y unos huiros; así se va trazando el relato de este mural, que se convierte en una imagen poderosa y cercana que transmite la importancia de conservar el mar desde la comunidad.

“Al pintar en la muralla, el arte está ahí y es como un imán. Nadie puede resistirse a mirar, a detenerse cuando alguien está pintando. Eso tiene el arte, esa fuerza tiene. Y sobre todo en el mural, en la calle, en la pared. Al hacer este golpe visual, nadie queda ausente. Entonces, les guste o no les guste a las personas, igual van a mirar, van a tener una idea y algo que decir. Ya hay una conexión”, explica Changa.

E insiste en un punto: qué distinto sería todo si cambiáramos las ciudades grises, el a ratos descolorido habitar, por calles vibrantes, por vivos murales, por pequeños detalles que invitan al pensar. Desde su perspectiva, un trayecto cualquiera podría convertirse en un intercambio inesperado, una conversación que deja asomar nuevas reflexiones e ideas. Y es que el arte te sacude, te despierta del letargo.

Es lo que ocurrió ese mismo día de sol a finales de febrero. Con parte de la comunidad reunida para la inauguración del mural, poco a poco esas conversaciones comenzaron a fluir entre integrantes del Sindicato, veraneantes, vecinos y vecinas. Surgían preguntas, se abría la curiosidad, el interés, el asombro.

Un mural puede servir de pie forzado para que afloren conversaciones sobre la conservación del océano y el cuidado del Refugio Marino de Maitencillo. Crédito: Carola Benítez Padilla.

“El mural, de alguna forma, permite levantar ciertas memorias o patrimonios bioculturales a través de las artes y los saberes locales de la caleta. Y también activa conversaciones con quienes pasan, van a la playa o caminan hacia las rocas. Es un puente que permite descubrir otras especies que están ahí, aunque muchas veces no las veamos, y entender la importancia de cuidar ese Refugio Marino”, complementa Javiera.

Hoy, cuando los botes vienen de retorno de sus faenas e ingresan a la caleta son recibidos por este mural que mira hacia el mar. A ratos, pareciera sostener un diálogo tácito, inaudible, con aquello que lo inspiró. Como obra artística, el mural es también educación y cultura; un canal que transmite costumbres, valores y prácticas de un colectivo que ha dado pasos decididos hacia la conservación de una parte de su Área de Manejo.

“Vivimos en un hábitat en donde existen habitantes que son vecinos, coexistimos con esos habitantes vecinos-animales-algas. Por tanto, hay que buscar formas de generar relaciones de cuidado para que se pueda preservar ese Refugio Marino”, reflexiona Javiera.

Jorge recalca que “el mensaje es que nos ayuden a conservar, que no sea solamente parte del Sindicato, que sea parte de la comunidad esto. Que expliquen a las personas que en ese lugar se está cuidando, que no se metan a extraer, que nos ayuden a cuidar”.

A Changa le gusta imaginar al mural como un profesor. Un maestro o maestra que te está hablando de la biodiversidad del lugar. De las interrelaciones entre especies, humanas y no humanas. Un testimonio que, con identidad y sentido de pertenencia, y sin necesidad de emitir una sola palabra, nos parece estar enseñando una lección sobre un legado para las generaciones del mañana.

Foto grupal en la inauguración del mural del Refugio Marino de Maitencillo. Crédito: Carola Benítez Padilla.