Uno de los grandes desafíos que enfrenta Chile en términos de conservación marina se halla frente a sus propias costas. Y es que el Mar Territorial, que abarca las primeras 12 millas náuticas, se encuentra, desde hace décadas, sujeto a una enorme presión antrópica. La situación es particularmente crítica entre el extremo norte del país y Puerto Montt, con menos del 1% de su superficie protegida.
Recientemente, tras la Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) de las Naciones Unidas, Chile se comprometió con la meta global del 30×30: proteger el 30% de su territorio terrestre y marítimo al año 2030. Si bien el país tiene poco más del 40% de su Zona Económica Exclusiva protegida, la gran deuda está en replicar esos números en el mar que baña a Chile continental. Es por ello que dentro de sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC) para el Acuerdo de París, Chile estableció proteger para el año 2030 al menos el 10% de las ecorregiones marinas sub-representadas (Humboldtiana, Chile Central, Araucana y Chiloense).
Hoy, los ecosistemas marino-costeros de gran parte del país se encuentran severamente degradados, y los pescadores artesanales cuentan con preocupación la notoria disminución de diversas especies de peces litorales que antes abundaban.
Frente a este escenario, Fundación Capital Azul encabeza desde el año 2016 un ambicioso programa basado en ciencia para establecer Refugios Marinos, áreas marinas de alrededor de 15 hectáreas en las que no se puede extraer ningún tipo de recurso. Estas zonas se insertan dentro de las Áreas de Manejo y Explotación de Recursos Bentónicos (AMERB) que administran los sindicatos de pescadores artesanales, quienes voluntariamente adoptan esta medida de manejo en la que definen una zona no extractiva. De esta manera, Capital Azul ha logrado establecer una red de cinco Refugios Marinos en la región de Valparaíso: en La Polcura (La Ballena), Zapallar, Cachagua, Maitencillo y Ventanas.
Esta alianza de carácter voluntario permite combinar explotación y conservación en un mismo sistema, consagrando principios definidos en la propia Ley General de Pesca y Acuicultura. Así, son los pescadores artesanales quienes lideran la conservación y restauración de los ecosistemas marino-costeros, fortaleciendo al mismo tiempo el rol que desempeña esta tradicional actividad en la sustentabilidad del océano, en línea con el Objetivo 14 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU. Tomando en cuenta que en Chile hay casi 800 AMERB, el potencial para acortar la brecha en conservación marino-costera es enorme.
Nuestro país tiene hoy una oportunidad inmejorable para reconocer y potenciar a los Refugios Marinos dentro de las políticas públicas. Actualmente, se discute en el Congreso el proyecto de ley Bentónica, cuyo texto aprobado por el Senado incorporó una serie de indicaciones que consagraban -tanto para las AMERB como en los Planes de Manejo del artículo 9° bis-, el reconocimiento de las zonas de resguardo (o Refugios Marinos). Sin embargo, el Ejecutivo presentó luego indicaciones que tienden a desconocer las zonas de resguardo de las AMERB, una decisión que carece de fundamento técnico y político, y que termina desechando una gran opción para cumplir con acuerdos y compromisos suscritos por el país a nivel internacional.
“Los Refugios Marinos no ponen en riesgo la productividad de las AMERB, sino que por el contrario, mejoran su productividad, ya que en pocos años hemos podido monitorear y acreditar la restauración de ecosistemas y su biodiversidad. Tal como se ha documentado en otras partes del mundo, el efecto spillover o efecto rebalse permite también que las zonas aledañas a los Refugios Marinos, en este caso las mismas AMERB, puedan beneficiarse de esto, beneficiando al mismo tiempo a los pescadores artesanales y su sustento económico en un contexto de cambio climático”, explica Rodrigo Sánchez Grez, director ejecutivo de la Fundación Capital Azul.
“La importancia de los Refugios Marinos para los recursos bentónicos ha sido bastante importante como estrategia de manejo. Los Refugios Marinos son verdaderos semilleros naturales. Al estar protegida un área, dan pie para que recursos bentónicos como el loco, el erizo y la jaiba se recuperen, y las mismas algas generen el bosque marino (importante sumidero de dióxido de carbono) para albergar todas estas especies. Si cuidamos como lo estamos haciendo con estos Refugios Marinos, de forma natural se vuelven a recuperar los recursos bentónicos”, complementa John Galiardi, presidente del Sindicato de Pescadores de La Polcura.
El próximo miércoles 8 de marzo, la Comisión de Pesca, Acuicultura e Intereses Marítimos de la Cámara de Diputados y Diputadas sesionará para continuar la discusión en particular del proyecto de ley Bentónica en su segundo trámite constitucional. Una instancia que podría ser clave para el reconocimiento legal de los Refugios Marinos, una figura que, en un contexto de cambio climático global, trae beneficios tanto a los pescadores artesanales como a los degradados ecosistemas marino-costeros de Chile.
“Es importante que se legalice el tema para darle a los Refugios Marinos la relevancia que tienen. Al cabo de dos años con esta experiencia, los estudios de biología marina que hemos realizado muestran que se ha recuperado el área y los recursos, con buenas tallas biológicas, y las algas han crecido, los bosques marinos se han recuperado, y han llegado peces y recursos que están asociados a estos bosques. Es un aporte tener un Refugio Marino dentro de un área de manejo porque lo más importante es poder tener un recurso bentónico que sea sustentable en el tiempo”, sentencia Galiardi.
Los Refugios Marinos no ponen en riesgo la productividad de las AMERB, sino que por el contrario, mejoran su productividad, ya que en pocos años hemos podido monitorear y acreditar la restauración de ecosistemas y su biodiversidad.
Rodrigo Sánchez Grez
Director ejecutivo de Fundación Capital Azul