Visualizando posibles puntos para el desarrollo de acuicultura de pequeña escala. Crédito: UCN.

Soñar el mar en colectivo: aprendizajes y caminos para un nuevo futuro en La Polcura

Desde el Refugio Marino hasta la acuicultura de pequeña escala, el Sindicato de Pescadores de La Polcura explora nuevas formas de vincularse con el mar.

Junto a la carretera 5 Norte, entre el ensordecedor pasar de autos y camiones, una calle sin salida conduce a un galpón que sirve de sede al Sindicato de Pescadores de La Polcura. Allí, lejos de los rucos donde los huiros se tienden al sol y se mecen al ritmo del viento, un grupo de pescadores y pescadoras se encuentra revisando un mapa de esta zona costera que se ha convertido en una extensión del patio de sus propias casas.

Armados de lápices, saberes e historias del mar que baña esta costa de tierras amarillas que da origen a su nombre, reflexionan y dialogan en torno al futuro, visualizando el eventual punto donde podrían desarrollar una iniciativa de acuicultura de pequeña escala (APE) junto a profesionales del Programa de Acuicultura en Áreas de Manejo de la Universidad Católica del Norte. 

El entusiasmo se palpa en el ambiente y en el genuino interés que se ha despertado al interior del Sindicato. Y es que se trata de una gran oportunidad para esta agrupación de la pesca artesanal: podría tratarse de un paso concreto para transitar desde la extracción al cultivo del mar. Un hito en sintonía con el trabajo que desde 2020 este colectivo del poblado de La Ballena, en la puerta norte de la región de Valparaíso, viene realizando con el Refugio Marino de La Polcura en alianza con Fundación Capital Azul.

Taller participativo de “cartografía social”. Crédito: UCN.

Este taller participativo de “cartografía social” se enmarca en el proyecto “Apoyo para la construcción de capacidad de comercialización responsable y recuperación de valor con organizaciones de la pesca artesanal de la región de Valparaíso”, impulsado por Capital Azul y Future of Fish (FoF), y el apoyo de BHP Foundation, con el firme propósito de fortalecer el potencial comercial, organizacional y productivo del Sindicato.

Desde 2024, este camino ha recorrido etapas clave: primero, un diagnóstico profundo, que involucró entrevistas, diálogos comunitarios y trabajo en terreno para conocer brechas y fortalezas, además de levantar información relevante para evaluar la madurez organizacional con el objetivo de proponer, de manera conjunta, proyectos de mejora comercial y productiva con énfasis en la pesca responsable y el cuidado del Refugio Marino. 

Lo que emergió no fue solo un diagnóstico técnico, sino una fotografía viva de una comunidad que quiere empoderarse y ser más resiliente sin tener que renunciar a sus raíces. Un grupo humano con historia, oficio y un profundo vínculo con el mar, que comienza a entender que la sostenibilidad no es un concepto abstracto ni vacío: representa tanto una urgencia como una oportunidad.

“El desarrollo de este proyecto ha sido un proceso progresivo, iniciado con la identificación del potencial productivo del Sindicato y de los intereses prioritarios manifestados por sus socios y socias. En este contexto, el Área de Manejo —con su producción de locos y el Refugio Marino— constituye actualmente el núcleo productivo y socio ambiental de la organización”, explica Iván Greco, investigador asociado de FoF, y uno de los encargados de sumergirse y escudriñar la interna del Sindicato de La Polcura.

Del diagnóstico nació una hoja de ruta construida colectivamente: un plan de trabajo priorizado por pescadores y pescadoras del Sindicato, que hoy funciona como brújula para las acciones futuras y que explora áreas como la comercialización responsable, el turismo comunitario y la acuicultura de pequeña escala. Con ese espíritu participativo, la tercera etapa del proyecto se centra en la implementación de aquello que fue priorizado, poniendo a disposición herramientas concretas para agregar valor, mejorar las condiciones de comercialización y abrir nuevas oportunidades de desarrollo local sostenible. 

El Refugio Marino de La Polcura podría abrir puertas a una diversificación productiva. Crédito: Rodrigo Sánchez Grez.

UN VIAJE DE ESTUDIOS

Una de las primeras actividades ejecutadas dentro de la hoja de ruta construida colectivamente fue una gira tecnológica, organizada por FoF, que llevó a un grupo del Sindicato de La Polcura hasta las costas de Caleta Chañaral de Aceituno, en la región de Atacama. Allí, además de conocer una experiencia inspiradora de turismo comunitario vinculado a la conservación marina, compartieron aprendizajes valiosos con una comunidad que, tal como ellos y ellas, ha decidido cuidar el mar que la sostiene.

Entre balsas de cuero de lobo, artes de pesca e historias de mar, la visita comenzó con un recorrido por la sala museográfica “Roberto Álvarez”, donde conocieron la historia del pueblo Chango. Luego, acompañados por pescadores locales, navegaron las aguas de la Reserva Marina Isla Chañaral. Fue un viaje lleno de asombro: ballenas, pingüinos de Humboldt, lobos marinos y una sinfonía de aves los recibieron como testigos de un ecosistema vibrante.

Pero más allá del paisaje y los encuentros con la vida marina salvaje, lo que más les marcó fue la forma en que la comunidad ha integrado el ecoturismo como parte de su modelo de desarrollo. Una forma de hacer turismo que no compite con la conservación, sino que la fortalece, generando al mismo tiempo nuevas fuentes de ingreso para mejorar los medios de vida de la comunidad costera.

La gira también incluyó una parada en la región de Coquimbo, donde conocieron experiencias de acuicultura junto a la Universidad Católica del Norte y la Agrupación Gremial de Pescadores de Tongoy. Visitaron cultivos de ostión y exploraron posibilidades concretas de replicar iniciativas adaptadas a su realidad.

“Fue un trabajo bien desafiante, pero creo que se logró un muy buen resultado: hoy sabemos cuáles son las inquietudes en términos de desarrollo productivo de La Polcura. Este trabajo colaborativo permitió también que se construyeran confianzas con quienes integran el Sindicato y, gracias a eso, una iniciativa que comenzó simplemente como una evaluación comercial-productiva pudo tener continuidad mediante la realización de esta gira”, valora Rodrigo Sánchez Grez, director ejecutivo de Fundación Capital Azul.

La experiencia no solo abrió puertas, sino que estrechó lazos y encendió nuevas preguntas: ¿cómo diversificar la economía local sin perder el alma del oficio ni romper el hilo que los une al mar? ¿Cómo seguir cuidando el mar mientras se crean oportunidades para las nuevas generaciones? Hoy, en La Polcura esas preguntas no quedan en el aire. Se discuten en asambleas, se reflexionan recolectando algas en la rompiente, se sueñan en los botes, y se dibujan en proyectos que mezclan ciencia, tradición y el deseo profundo de habitar y vincularse con el mar de otra manera.

El proyecto liderado por FoF y Capital Azul se ha transformado sobre todo en una invitación a soñar en colectivo. A creer en un nuevo paradigma: uno donde la pesca artesanal lidera la restauración de ecosistemas activando nuevas economías; un paradigma que conserva, que cuida y que crece desde lo comunitario. Así, paso a paso, se va tejiendo una relación más próspera y resiliente con ese océano del que depende no solo el sustento, sino también la identidad de toda la agrupación.

“Fue una actividad hermosa cuando nos llevaron a ver la reproducción de los ostiones. Impresionante también ver cómo los sacaban, cómo los mantenían. No tenemos ensenadas como allá, que parecen lagos. Acá tenemos el mar muy agitado, pero hay posibilidades. Se van a hacer unas pruebas más acá en La Ballena. Dios quiera que siga todo adelante. Yo creo que puede resultar”, cuenta Silvia Otárola, alguera e integrante del Sindicato de La Polcura.

Parte de la costa que baña la caleta de La Polcura. Crédito: Rodrigo Sánchez Grez.

PASOS SIGUIENTES PARA CULTIVAR EL MAR

El mapa que abrió discusiones y reflexiones al interior del Sindicato respecto a un eventual sitio para el desarrollo de acuicultura de pequeña escala permitió, a partir del conocimiento ecológico tradicional de los propios participantes, determinar un sector propicio para hacer cultivos en el Área de Manejo. En principio, se ubicaría hacia el sur del Refugio Marino, como yendo hacia Pichicuy, donde el mar parece aún guardar espacio para nuevas formas de cuidado y sustento.

“El intercambio que hubo entre pescadores artesanales y los científicos de la Universidad (Católica del Norte) representa un gran aporte, y resulta muy interesante el proyecto. Esperemos que las condiciones físicas del mar se nos den. Vamos a ver si resulta este proyectito, pero lo veo bien positivo porque va a ser una buena entrada”, comentó John Galiardi, presidente del Sindicato de La Polcura, agregando que “lo vemos de forma positiva, como una nueva fuente laboral. Todo lo que signifique una nueva alternativa de trabajo para el pescador artesanal es bienvenido para nuestro Sindicato”. 

La generosa extensión del Área de Manejo —260 hectáreas donde el mar abraza la costa— abre un horizonte fértil para sembrar los sueños colectivos que brotaron del plan de trabajo construido codo a codo con la comunidad. Es un territorio de posibilidades, donde cada ola parece susurrar que es posible avanzar juntos hacia un futuro más justo, sustentable y resiliente.

En el corto plazo, la tarea principal es la elaboración del proyecto técnico APE, el cual definirá el polígono final, las especies a cultivar y los volúmenes potenciales de producción. Junto a ello, se gestionará ante la autoridad marítima el certificado de libre navegación, como quien pide permiso al mar para seguir soñando. Este documento, junto al proyecto técnico, será presentado ante la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura, organismo encargado de emitir la resolución que autoriza formalmente la actividad acuícola dentro del Área de Manejo y Explotación de Recursos Bentónicos (AMERB) del Sindicato de La Polcura.

“Una vez obtenida la autorización para la Acuicultura de Pequeña Escala (APE), se iniciará una etapa de transición en la que el Sindicato evolucionará de su rol tradicional de pescadores, recolectores y recolectoras hacia el de acuicultores y acuicultoras. Este cambio implica un proceso de aprendizaje y adaptación que no solo contempla la adquisición de insumos clave —como boyas, cabos y sistemas de fondeo—, sino también el desarrollo de capacidades técnicas necesarias para diseñar e instalar las líneas de cultivo, realizar la siembra, monitorear el crecimiento, efectuar la cosecha y gestionar la comercialización de los productos. Este proceso representa un cambio profundo de paradigma, que requiere acompañamiento técnico especializado para asegurar una implementación exitosa y sostenible en el tiempo”.

Iván Greco

Investigador asociado de Future of Fish

Por ahora, tanto el proyecto de acuicultura de pequeña escala como las demás sendas trazadas en la hoja de ruta comparten una misma urgencia: levantar los recursos que permitan seguir navegando con rumbo firme y esperanza viva. Pero más allá del financiamiento, hay algo que ya nadie puede arrebatarles: el sueño compartido de construir en colectivo. Ese sueño —tejido en asambleas, conversaciones y miradas al horizonte— ya echó raíces. Y cuando una comunidad se pone de pie para soñar junta, el futuro deja de ser una promesa incierta y comienza a ser una construcción real.

Rodrigo Sánchez Grez, director ejecutivo de Fundación Capital Azul, también lo plantea de la siguiente manera: “Lo más valioso de este proceso es que sumó a socias y socios que antes no se habían involucrado en el trabajo del Refugio Marino, despertando también el interés de actores clave en la caleta y en la comunidad local de La Polcura. Sentimos que se abrió una nueva dimensión de trabajo, con un enorme potencial. Es en este cruce entre conservación y desarrollo local donde los Refugios Marinos pueden convertirse en verdaderos catalizadores de diversificación productiva, trayendo consigo nuevas oportunidades, especialmente para las mujeres y los jóvenes que hoy quieren ser protagonistas del futuro de sus comunidades”.