Desde la carretera, el mar resplandece a la distancia marcando un fuerte contraste con la línea que parece dibujar en su encuentro con la árida costa. Tomo la salida que indica La Ballena, y antes de bajar hacia la playa principal, aprovecho unos minutos para dar una vuelta larga por el pueblo. A lo largo del camino que serpentea por el borde costero aparecen desperdigadas algunas de esas piedras amarillas características de este lugar, también conocido como La Polcura, pese a que su nombre “oficial”, como lo señalan los letreros de la Ruta 5, hoy hace referencia a un cetáceo.
Aquí la vida transcurre de manera apacible, con vista al mar y con el permanente sonido de las olas marcando el ritmo cotidiano. La velocidad apabullante de la carretera se esfumó por completo apenas crucé el umbral de esta pequeña localidad ubicada cerca de Los Molles, en la entrada norte de la región de Valparaíso.
Pero de repente, la quietud se ve interrumpida por una lancha que desembarca en la playa central de La Ballena, allí donde en alianza con el Sindicato de Trabajadores Independientes Recolectores de Algas y Actividades Conexas Sector La Polcura la Fundación Capital Azul logró establecer un Refugio Marino. Desde ese mismo bote desciende John Galiardi, quien se ha encargado de liderar a este grupo de algueros, buzos y pescadores. Dueño de una prominente barba cobriza, Galiardi es un biólogo marino que pasó buena parte de su vida adulta en España antes de volver una vez más a La Ballena, sitio donde solía vacacionar junto a sus padres cuando era niño.
Tras algunos años como presidente del sindicato, Galiardi mira hacia atrás y en su relato hasta él mismo se sorprende de los impensados logros alcanzados, entre ellos la adquisición de embarcaciones y el establecimiento del Refugio Marino. Como buen biólogo marino, nunca se olvida de la importancia de la ciencia.
“Son un elemento importante para hacer estudios y serán clave para ir demostrando a través del tiempo el verdadero crecimiento de algo natural”, sostiene Galiardi, quien reconoce que al principio fue difícil transmitir el concepto dentro de los socios. “Antes eran depredadores, no perdonaban ni el loco chico porque era su sustento de vida. Pero empezaron a valorar que el recurso tiene que ser sustentable”, agrega.
Antes eran depredadores, no perdonaban ni el loco chico porque era su sustento de vida. Pero empezaron a valorar que el recurso tiene que ser sustentable.
Ese cambio de mentalidad ha ido de la mano con otros factores, pero lo concreto es que además del Refugio Marino establecido en alianza con Capital Azul, se ha destinado otra zona no extractiva dentro del Área de Manejo y Explotación de Recursos Bentónicos (AMERB) con la intención de tener un nuevo “semillero natural” para las seis especies que trabajan: loco, lapa, erizo, jaiba, huiro palo y huiro negro. Pese al poco tiempo transcurrido, ya se ven resultados esperanzadores. “La riqueza del loco es fenomenal aquí, se da como jardín del edén”, cuenta Galiardi sobre su producto estrella. “Pero había que mentalizar a los socios y decirles que la única forma de tener productividad era cuidando el área”.
En todo este tiempo, este biólogo marino ha intentado traspasar parte de su conocimiento a los integrantes del sindicato, y se emociona al confesar que al final es él quien más ha aprendido en este camino plagado de sobresaltos. “Son unas maravillosas personas que saben el arte, me han enseñado todo a mí… Yo puedo ser teórico, pero en la práctica es otra cosa”, asegura. “A veces estoy recogiendo algas igual que ellos y me saco la chucha. Se cagan de la risa y gritan ‘ese es mi presidente’. Y así he ido aprendiendo a caminar en las piedras resbalosas”, cuenta dejando escapar una risotada.
John Galiardi es consciente que de la mano de Capital Azul se han abierto varias puertas. Hace poco, el sindicato se adjudicó un fondo de alrededor de cinco mil dólares para la adquisición de equipamiento que permitirá realizar una mejor vigilancia de la AMERB gracias a un dron, unos binoculares con visión nocturna, una moto de cuatro ruedas y letreros informativos. Esto dará la posibilidad de enfrentar la extracción ilegal de recursos incluso en medio de la oscuridad absoluta de la noche. Galiardi asume que contar con más herramientas de trabajo fortalecerá el AMERB e irá consolidando al sindicato.
“Un área de manejo no es nada si no cuidamos. Esa es la base de todo. Si no cuidas, Pedro, Juan y Diego se empiezan a comer el producto, y no solo los que vienen de afuera. Mi idea es que no se pierda el norte. Si sacan locos a escondidas no me hacen daño a mí, se hacen daño a ellos mismos, y los 27 socios empezaron a pensar distinto. Cuidar el área de manejo es importante porque al final es de todos. El recurso no es solamente de uno”, recalca el biólogo marino.
Recorriendo la costa a lo largo de La Ballena, extraña no ver la figura de San Pedro. El sindicato ya cuenta con seis embarcaciones, pero todavía sus miembros están a la espera del decreto que los oficialice como caleta, motivo por el cual hoy deben varar el loco en Los Molles. Eso explica la ausencia del patrono de los pescadores, pese a que ya existe una plataforma lista para recibirlo. Galiardi apunta indicando hacia una roca grande que lo albergará, y lanza esperanzado: “Creo que este año vamos a sacar nuestros recursos por acá”.
Un área de manejo no es nada si no cuidamos. Esa es la base de todo. Si no cuidas, Pedro, Juan y Diego se empiezan a comer el producto, y no solo los que vienen de afuera. Mi idea es que no se pierda el norte. Si sacan locos a escondidas no me hacen daño a mí, se hacen daño a ellos mismos, y los 27 socios empezaron a pensar distinto.